eran pasadas las doce y ya no llovía...

diez minutos después de que el mundo pareciera que iba a acabar, lo único que quedaba del espectáculo de luces y sonidos era asfalto mojado y una ligera sensacion de humedad en el ambiente.
se estaba bien en la terraza, cenicero en mano, degustando el ultimo pitillo antes de dormir una de las mejores formas de poner fin al día
ahí, mirando al infinito, con la mente en blanco se dio cuenta: era feliz, plenamente feliz, no necesitaba hacer balance, repasar ni torturarse con hechos y razones, no había motivo. Una sensacion de alivio y plenitud le recorría todo e cuerpo, desde hacia ya tiempo todo marchaba bien, el estaba bien, ella pletórica desde hacia días, mas cariñosa y comunicativa que nunca, todo por fin marchaba bien, fue consciente de ello en ese preciso momento
de espaldas a la ciudad, dando las ultimas caladas, observando aquella habitación de paredes claras, ella salia de la ducha, le gustaba mirar embelesado su silueta recorriendo la habitación, solo iluminada con la luz de las farolas, era maravilloso... se deslizaba de un lado a otro con movimientos mecánicos pero armónicos, de vez en cuando sonreía, a ella también el gustaba que el estuviese allí...
echo la luz de la mesilla, los restos del cigarro cayeron al suelo y rodaron hasta caer a la calle.
estaba helado
comenzó a temblar
que idiota soy, pensó, mientras sus ojos se clavaban en aquellos arañazos de las caderas y algún leve moretón de la cintura, según le daba la luz podía distinguir marcas leves de esos mordisquitos que a ella tanto el gustaban y que el ya no le daba
ella se giro y vio su cara pálida, creo que no va a ser en lo único que te decepcione, dijo en voz baja
eran pasadas las doce y ya no llovía

bajo los efectos de: señora de las alturas (los planetas)